sábado, 8 de diciembre de 2007

Polémica en la crisis

Un clásico bar porteño, la crisis, y en lugar de Sofovich y Cía, Fabio Lacolla junto a personajes como Toni Puig Picart, Tato Pavolvsky, Horacio González, Nicolás Casullo...y siguen llegando.

Fabio “Poroto” Lacolla es músico, psicólogo y escritor. Actualmente trabaja en el programa radial “Llamalo como quieras” con Alejandro Fantino, en Mega 98.3, y es psicólogo de bandas de rock (“services para bandas en conflicto”). Está terminando su primer disco solista, “Canciones chanchas”, un disco bizarro que homenajea los estilos de Leo Masliah, Horacio Fontova y Alfredo Casero. Les ofrecemos un extracto de su libro “El zapping dramático y otras salas” sobre grupos y psicodrama (Ediciones Psicogonia, 2005).

Quedan pocos bares marrones en Buenos Aires, las maderas se transformaron en fórmicas, las plantas en plástico y los mozos en camareras. No hay una foto de Fidel Pintos a la derecha de la entrada pero hay un icono cuartetero. Las radios AM fueron desplazadas por las FM y la verdad, que esa música que se escucha ahora es toda parecida. Tengo un amigo que lo primero que miraba cuando entraba a un bar de aquella época era el banderín, todos le daban igual, menos dos; si era de San Lorenzo encaraba directo para la barra y se ponía a hablar con el dueño sobre los goles del domingo; si era de Huracán directamente no entraba. Alrededor de la mesa del centro hay cuatro o cinco sillas que de a poco van siendo habitadas.

Uno de los primeros en llegar es Lacolla acompañado de un catalán, fundador de la revista Ajoblanco e impulsor de la movida cultural catalana pos olimpíadas. Se llama Tony Puig Picart.
Como para hablar de algo Lacolla dice que recuerda un disco de Supertramp que se llamaba Crisis... ¿qué crisis? La tapa mostraba un terreno baldío lleno de desechos tóxicos y en el medio un tipo tirado en una reposera tomándose un Martini con unos anteojos de sol.

Y Lacolla piensa en voz alta en el país y se le ocurre que la palabra crisis es inoportuna al pensamiento, y que al país hay que pensarlo con mas amplitud, mas riquezas y más miedos.
El catalán, casi sonriendo le dijo que los argentinos deberían poner en la nevera dos términos que les están infectando las ideas: uno es Crisis y el otro Identidad. Puig le pregunta a Lacolla si recordaba alguna época de la historia universal donde el mundo, un país, una ciudad, no hubiese estado en crisis. Con esa pregunta Lacolla se sintió desafiado, y como dicen que es flojo para rechazar desafíos se puso a pensar. Mientras, Puig saboreaba su Heinneken, se cruzaba de brazos y sonreía.
- Los niños - dijo Lacolla - para crecer y superar algunos simples obstáculos como caminar o hablar, transitan por varias crisis.

A Puig la comparación le resultó mas que obvia. Pensó que cualquier canal de cable lo hubiese relacionado más rápido. Puig quería más.
- El amor - dijo Lacolla como encontrando la respuesta - Los sinsentidos amorosos perduran con el tiempo conforme van superando algunas crisis, inclusive hay una programada para el séptimo año si antes no son devorados por alguna pasión colateral. La comezón del séptimo año. El amor es ruptura y a la vez construcción, es mas, si tuviera que buscar una aproximación a la definición de crisis, diría eso: que la crisis se hospeda en las grietas que dejan la ruptura y la construcción.

Tony Puig ya estaba un poco incómodo con las comparaciones, aunque se divirtió preguntándole a Lacolla sobre no sé que de Neruda. Lacolla advirtió que se trataba de un chascarrillo, pero, en un descuido, aprovechando que el catalán había ido al baño, pensó en una carrera universitaria y en la idea de carrera como una forma de competencia, con el tiempo, los libros, los compañeros y los partidos políticos. Flor de crisis.

A la manera del Perseguidor de Cortázar, Lacolla, en esos tres minutos pensó más que en los últimos tres años. Pensó que esto que les pasa a los argentinos no es una crisis social, que eso se llama dolor popular y angustia, angustia publica. Y que no hay mejores psicólogos urbanos que los propios ciudadanos y que no hay cura posible sino se piensa entre todos.

Por esas cosas de las casualidades entra al bar una mujer a preguntar si vendían tarjetas de teléfono, Lacolla la reconoció rápidamente, era Marisa Greeb, una psicoanalista brasilera, organizadora del Multipsicodrama realizado en San Pablo en Marzo de 2001 y motivadora del Primer Multipsicodrama Mundial en Simultáneo en casi 100 ciudades de todo el mundo, se saludaron como se saludan los italianos después de un tiempo sin verse. Marisa le preguntó que hacía ahí, Lacolla le contó que estaba hablando con Puig Picart sobre la crisis, ella se disculpó por estar apurada y mientras se iba dijo como distraída: la idea, muchachos, es pasar de las Políticas de Masa a las Políticas de Grupo advirtiendo la potencia creadora y colectiva que disparan los grupos sobre el acontecer institucional y el imaginario social.
Mientras Marisa sale Nicolás que entra.
Nicolás Casullo concurre poco al bar pero cuando llega se hace notar. Entra tímidamente como pidiendo permiso, saluda a Lacolla mientras se conoce con Tony Puig. Se pide una lágrima y nos pregunta:
- ¿De qué hablaban?

Tony le dice que justamente de eso, de la lagrima de la que los argentinos abusan y de que es bueno, a veces, hacer una devaluación de la crisis. Casullo les cuenta que venía de dar una clase en su Cátedra de Historia de las Ideas Modernas de la U.B.A., y que justamente planteaba la necesidad de utilizar una reflexión crítica sobre el fenómeno, alejada de la mirada mística, que, según él, han adoptado algunos intelectuales. Por ejemplo tomaba el caso de las asambleas barriales y los cacerolazos preguntándose si ese mundo forma parte de una Argentina terminal o de una Argentina inaugural. Lacolla coincide con Casullo pero le parece que en una Argentina terminal nadie podría hacerse ese tipo de preguntas. El tema está en la paradoja le contesta Casullo, vos fijate que pasa con el que "se vayan todos"; cuando alguien dice "que se vayan todos" está diciendo justamente lo contrario, lo que está diciendo es "quiero que el poder sea poder". Y cita a Benjamín diciendo: "Cuanto más cerca estás de la idea de catástrofe, mas cerca estás de resolver el peligro".

- Tato!!! Grita Tony, miran hacia la entrada y Pavlovsky los saluda todo transpirado en un jogging azul.
- Que tal muchachos - dice Tato - se van a quedar mucho más?
- Media horita mas me quedo - responde Lacolla.

- Bueno cualquier cosa paso a tomarme un fernecito - contesta mientras pregunta:
- ¿De qué hablaban?
- Nada - dice Casullo - de la crisis... la gente... boludeces.
- Ah! de micropolíticas? - dice Tato con gesto de catedrático.
- No, de política no - le responde Tony superando el gesto.
- Justamente - le contesta Tato - están hablando de micropolíticas, que no es una política chica, sino una forma de hacer política por fuera de una representación institucional: de la iglesia, de los partidos políticos.
- Vení Tato sentate!!! - le dice Lacolla corriendo una silla.
- No gracias - contesta Tato - me quiero pegar una ducha, pero antes de irme les regalo una frase de Deleuze: "El revolucionario es el primero que ha de decir con pleno derecho: "¿Edipo? No lo conozco". Su batalla se libra en el campo histórico-social y no en la escena del teatro burgués".
-Este Tato no cambia mas eh? - decimos todos.
-Saben que la otra vez me lo encontré a Tato desayunando con un amigo en una estación de servicio - cuenta Lacolla - Al tipo con el que estaba, yo lo conocía de otro lado. Me acerco para saludar y pregunto:
- ¿De qué hablaban?
-De nada, contestan. Pensábamos sobre los "nuevos órdenes".
Medio ofuscado Lacolla les dice: -Todavía le creen al DSM IV???
-No Lacolla, hablábamos de los nuevos sujetos sociales.
-Ah! Y que decían?
-Que a los "nuevos órdenes" se los califica de desorden y que las asambleas barriales son el emblema de este nuevo tipo de sujeto social que emerge como una nueva forma de organización.

Tony dice que se tiene que ir, que lo disculpen. Lacolla le pregunta a Casullo si se queda un rato más. Casullo le responde que si, que una vez que viene no se va a ir tan pronto.
- El que viene seguido por acá es Horacito González - dice Lacolla.
- Uy! Si me ve capaz que dice que no quiere sentarse con la aristocracia - dice Casullo.
- ¿Por? -pregunta Lacolla con asombro.
- Nada, un chiste de intelectuales y porque no una guerra de vedettes.
- Mirá. Justo, hablando de Roma... - se alegra Lacolla.
Entra González, saluda y hace la típica:
- ¿Che, de que hablaban?

Lacolla le contesta que de nada. Que la gente está saliendo más a la calle.
- Ojo! - dice Horacio- estamos de acuerdo que la gente sale, pero cómo sale? - pregunta, mientras acerca una silla a la mesa - Porque mi pregunta es, cuando la gente se agrupa, son pueblo o son multitud?
- Recordemos - dice Casullo - que Ramos Mejía no hablaba de "multitud" sino de "multitudes".
- Por supuesto - acota González entusiasmado - es mejor hablar de multitudes y no de multitud.
- Hay un tanito - aporta Lacolla como diciendo "yo si que soy moderno" - que se llama Paolo Virno que liga al pueblo con la demanda al estado y a la multitud como algo sin dirección, como puro presente.
- Si, Lacolla - contesta González - de acuerdo, pero el pueblo tiene una forma donde se expresa en la multitud y la multitud tiene un rostro de pueblo. Creo que ahí hay consonancia. Fijate: la multitud piensa sobre la base del abismo, en cambio el pueblo lo hace sobre la base de una elaboración de la cual existen antecedentes. La multitud no tiene antecedentes.
- Momentito - dice Casullo, levantando el índice - no nos olvidemos que entre la multitud y el pueblo está el Estado.
- Ves? - contesta Lacolla - ese es nuestro gran error. Seguimos creyendo en el Estado y el Estado, es un estado. Algo transitorio, de paso. Es un momento. Mi Estado de la primaria no es el mismo Estado de la secundaria en pleno proceso. Mi estado civil fue cambiando a través de mis amoríos. Mi estado físico depende de la cena del día anterior. El estado emocional varía de acuerdo a las noticias y a las consecuencias de las políticas de turno. Es mas, creo que mi estado afectivo depende de todos los demás estados. Por eso creo que el Estado es un estado. Y como siempre digo prefiero estar por ir que haber estado.

Oscarcito, que a esa altura se había incorporado a la mesa, dijo que el Estado debe pensarse junto al los movimientos sociales. Fíjense que en los últimos años el Estado puso el piloto automático. No tuvo intervención decisiva respecto a salvaguardar las fuentes de trabajo ni alentar la producción. En cambio es altamente positiva la movilización social, ya que se expresa en consignas que están dirigidas a la necesidad de producir cambios en las instituciones.
- Por eso, - dice González - vos fijate lo que pasó en diciembre del 2001, de la Casa de Gobierno no podía salir nadie. Entonces de la Casa de Gobierno salieron gases lacrimógenos. En el peronismo, por lo menos alguien salía de la Casa de Gobierno. Inclusive indicaba como tenía que ser la desconcentración. Y en ese diciembre hubo fuga, no desconcentración.

Oscar Oszlak es investigador del Conicet y Doctor en Ciencias Económicas, las discusiones con él siempre son por la idea de política que tiene. Plantea que los Partidos Políticos deben vivir para la política y no de la política y que hay que desarticular las maquinas eleccionarias y convertirlas en maquinas de permanente construcción política.

Alejandro Kauffman es amante del vermouth. Mientras se va a acercando a la mesa pide uno levantando el dedo y mientras se limpia los anteojos pregunta:
- ¿De qué hablaban muchachos?
- De nada - contesta Horacio levantando un hombro - de la crisis, de la gente, de nosotros.
- Saben? - pregunta Kauffman - yo venía pensando en el corralito.
- Ah! Mirá - bromea Lacolla - justo ese tema no...
- No, pero en serio - dice Kauffman con cara de serio- Yo pensaba en el dolor del corralito. Porque acá lo que duele no es que yo pierda lo que tengo sino que me lo saque aquel que estuvo de acuerdo conque yo lo tuviera. El problema no es la pobreza ni la confiscación de los depósitos, sino que uno tiene algo en base a un esfuerzo en el transcurso del tiempo por un proyecto aparentemente común y después se le quita arbitrariamente y de una manera caprichosa, sin ningún motivo justificable como podría ser una catástrofe o una guerra. De todos modos creo que mucha de esta gente son damnificados conversos de lo que pensaban hace un ratito. La mayoría es gente que nunca militó en nada, que nunca salió a la calle.
Igual hago una diferencia entre el damnificado y el oprimido. Porque ojo!, en los cacerolazos había muchos vecinos pero ningún ciudadano. El oprimido no es un converso, es alguien que ha sido sustraído a su deseo de libertad. Por eso hablo de damnificados y de oprimidos. El oprimido si sale a la calle lo hace con el espíritu dolorido pero solidario, el damnificado lo hace porque está directamente afectado, entonces se rompe la cadena de solidaridad.

Los de la mesa se peleaban por discutirle y refutar las ideas a Kauffman. González que no iba a tomar ginebra por la gastritis, se pidió una, Lacolla pasó de los vegetales a un especial de crudo y manteca, Casullo miraba la hora y hacía un gesto como si estuviera soplando una vela y Oscarcito justo había ido al baño. Se va la camarera, vuelve Oscar mirándose los zapatos y pregunta:
- ¿De qué hablaban?
-De nada - dice Lacolla y en la pausa se muerde el labio inferior y levanta las cejas - Kauffman esta hablando de cómo la aristocracia estudia percusión con las cacerolas en la puerta de los bancos.

-No seas irónico Lacolla - se enoja Kauffman -
-Pero escuchame Sócrates - dice González - de la forma que lo planteas que querés que te diga. Sabés que pasa?, que cuando vemos a la gente salir a defender lo suyo, lo que se presenta es una escena de temor por la pérdida de la propiedad privada. Por solidaria o afectada lo importante es que la gente salga. No hay que pensarlo peyorativamente.
-Pero que peyorativo ni ocho cuartos!!! - se enfurece Kauffman. Esto es producto del desamparo al que nos hemos sometido nosotros mismos y del que fuimos cómplices viajando a Centro América y comprando en cuotas algún electrodoméstico. Yo lo que quiero decir, es que entre todos, tenemos que recuperar la dignidad, que hay una ausencia de un nosotros que nos arroja en el desamparo.

A esta altura a la mesa le había agarrado parkinson. De todos modos la experiencia dice que un bajativo para reuniones eufóricas es hablar del desamparo. Ahí todos bajan. Todos alguna vez transitan por el desamparo.

En el pabellón de Salud Mental del Hospital Teodoro Álvarez funciona un taller de escritura y hace años que editan una revista que se llama "Teodoro, el viajante", en el dossier sobre El Amparo, Marcelo González, un paciente del servicio, escribió esto:

Amparo:
Al amparo se lo busca muchas veces en la familia, compañero y/o amigo, aunque yo busco amparo en Dios y Dios me da amparo en su espíritu o a través de personas, no cualquier persona. También se puede encontrar amparo en un grupo o en un taller, porque también esto es como una familia que me da mi amparo aunque yo no confío en nadie.




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