Cristina Porta
Profesora de Historia
Profesora de Historia
Egresada del Instituto Artigas
Uruguay
Uruguay
¿Por qué es necesario el conocimiento de la Historia Reciente, en el marco de la Historia Contemporánea? El individuo va construyendo su identidad a partir de sus orígenes y el pasado de sus antepasados, así como de su propia peripecia, desde la niñez hasta la adultez. Este es, generalmente un proceso inconsciente, hasta que algo, alguien, o la necesidad propia, lo coloca frente a las preguntas: ¿cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo?
Es ahí donde comienza el otro proceso, el cognoscitivo, analizando. El conocimiento de las causas, el reconocimiento de una identidad y claro está, aparecen las reacciones que ello puede generar: aceptación o rechazo.
Es decir, conocemos nuestra identidad de individuo conociendo nuestra historia y todas sus interacciones dialécticas.
El individuo es un ser social. ¿Y cómo conocen su identidad las sociedades, los pueblos?, conociendo su pasado, orígenes, construcciones y reconstrucciones de su pasado social.
Este conocimiento de su pasado social es lo que les proporciona su identidad social, vale decir, de una manera amplia, su identificación cultural, su Historia. Ahora bien, ¿hasta dónde llegar en la búsqueda de ese pasado histórico? : tan lejos como puedan avistarse las raíces (tema bien complejo ya que no siempre hay consenso acerca de las mismas y en eso nuestro país es un ejemplo) y tan cerca en el tiempo como para reconocerse como pueblo, operación ésta que vincula, indefectiblemente, el pasado con el presente.
Porque es desde el Presente que los pueblos buscan su historia. Son los que están vivos los que se plantean las preguntas, los muertos nada pueden preguntarse. El conocimiento del presente nos impele a conocer el pasado todo y en esa búsqueda nos encontramos, inevitablemente, con el pasado reciente, la Historia Reciente.
Y es aquí donde se plantea el “problema”. Porque el estudio del pasado inmediato habilita la interpelación al presente, cuando no su cuestionamiento, con el consiguiente proyecto de una sociedad distinta, con nuevos valores o el rescate de los viejos que aún se consideran en la cuenta de “pendientes”.
Cuando los pueblos cuestionan su presente pueden ponen en riesgo el status quo, el orden establecido, en función de futuras transformaciones.
He aquí el temor que suscita el estudio analítico de los hechos históricos recientes.
¿Qué sucede con el estudio de un pasado reciente donde los protagonistas están vivos aún y han sido protagonistas del mismo? Aclaremos que, desde nuestro punto de vista, protagonista son todos los individuos de una sociedad. No creemos en la categoría espectador, porque quien mira y no participa, es en realidad, alguien que está permitiendo, avalando, todo lo que sucede. Es decir, no interviene, y como no interviene está aceptando (por las razones que fuere) todo lo que acontece en la sociedad de la que es parte. Sólo quedarían por fuera de esta situación los llamados marginales (no, marginados) en el entendido de que son individuos en situación de extrema alineación, que no se pertenecen ni a sí mismos, están por fuera de la sociedad que los ha expulsado sin retorno. ¿Cuál es el problema de incorporar en los programas curriculares de la educación nacional, procesos, hechos, y ciudadanos, que tuvieron particular relevancia en el pasado reciente? Los hay de todas las tiendas políticas y desde todas las opciones políticas que el Uruguay gestó en aquel entonces.
La diferencia estaría en que desde la finalización del régimen de facto, en los treinta y dos años de orden institucional que llevamos, siempre se “sobrevoló” la historia reciente (que, aunque no negada en los manuales) en las aulas brilló por su ausencia, salvo excepciones.
De establecerse la enseñanza obligatoria de esa etapa de nuestro pasado ¡qué oportunidad enorme para los ciudadanos y ciudadanas, protagonistas destacados de los acontecimientos, así como para los testigos de menor perfil, poder salir a la palestra para decir sus verdades!
Esa oportunidad no la tiene, por ejemplo, José Gervasio Artigas Aznar a quien le hemos endilgado el venerable título de Padre de la Patria, cuando la patria por la que luchó era muy otra en todos los aspectos. El alza su voz desde sus dichos y sus hechos (todo está documentado) pero nuestra historia oficial continúa deformándolo, inventándolo y tergiversándolo...con el objetivo de darnos una identidad nacional de la que Artigas se sorprendería...por limitada...y estrecha.
Al temor que genera la subjetividad con que pueda enseñarse la historia reciente, cabe responder que la historia remota ha incurrido en ello permanentemente, con premeditación y alevosía.
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